Poesía

Protocolario

Era la voz del decoro personándose
en la sala del sufragio,
atildada, honorable, consensuada,
dueña de su resonancia,
entretejida en cada una de las marcas
que hacían acto de presencia,
avenida en las mangas gemelares;
era el voto favorable en las solapas,
en los altos vuelos del vestido.
palabras de honor, fular al cuello,
apliques de naturalezas arcádicas
en los cabellos penosamente ensortijados,
la historia repitiéndose paño a paño.

Era la sala del sufragio en el mundo convenido
por la mayoría absoluta de los asistentes,
el orden, la ley que nos damos
para ser entre todos como todos,
el uniforme de las masas, la secta humana
que acude cada semana a sus deberes
en la cañada de sus fiestas de oropel,
el trago rasgando el gaznate
con aridez empapada de insatisfacción,
casi a golpes con la fatuidad de ser,
sin margen: manos en alto,
esto es un atraco, soy el hombre, y la mujer,
y la resistencia aproximando sus babas
hasta cansarse con el baile,
con el poder fácil rebosando las copas
de tanto sufragista en el dintel de lo nuestro.

Era la voz del otro ocultándonos,
mientras aprobamos reglas del espanto
y vamos siendo los perfiles del fracaso
que apresura el desahogo.

Ni siquiera nos consienten el silencio
entre tanto ruido de silenciosos,
entre voces sin voz que ausentan lo presente.

Poesía

La raza

El álveo, cieno que refulge con el agua,
fugaz llanura de nuestras inclinaciones,
subterránea filtración de nuestra hondura,
somos eso apenas, el curso inapelable
de algo en su cavidad, el vacío arrinconando
en el cuadrilátero un deber ineluctable;
felices acaso, liberados, qué se yo,
qué sabremos los mortales de la inmortalidad,
si es que el placer incontable
deba contar alguna vez con una sola vida
en las márgenes de la destrucción que la define.

El álveo, el fondo deslizando oscuridad
bajo los destellos de sus vagas manifestaciones,
raza de algo en algo contenida,
vida que mece la cuna de la vida, y llora.

Fuente: YouTube. Autor música: Ludovico Einaudi.

Poesía

Sintonía heroica

Érase una vez el primer intento,
la virginidad en ristre
apuntando con su lanza
a la heroica rendición del inocente,
felizmente despojado
de lo viejo al dejar su vientre,
arrebatado al caos taciturno
de una vuelta ardiente
a la hora congelada
de tanto amar ausente.

Érase una vez ese feliz comienzo,
inesperado, sorprendente,
cara a cara con la primera luz,
con la pertinaz corriente
de mi ser transformado
en pura esencia de tus amaneceres,
en otro día compitiendo con el suyo,
en la misma fuerza de mi suerte
al sentir en tus ojos lo nuestro,
el pálpito de otro érase una vez
como una punta contra el pecho
del niño al que hieres
cuando haces del amor cosa de héroes.

Érase una vez amarte,
sin que termine el cuento.

Fuente del video: YouTube (Canal: Mar7Art) Música: Armand Amar.