Poesía

LIBERTO DE LA ANIQUILACIÓN.

Cuando me atrape el cese definitivo
de las fuerzas que avivaron la obligación
de todas mis causas,
y las garras me arrastren por el estruendo
de mi disolución a su caverna,
un profundo vacío sin parejo llanto
que pueda reportar consuelo alguno
será el albacea de las últimas voluntades
que regirán mis disueltas estancias.

Y dispondrá que lloréis sobre el torrente de mis fotos,
llorar sobre el agua ya salada de mi vida,
llorar sobre el granito de la tumba, llorar sobre la mole.
Que vuestros ojos contemplen la cantera: llorad para nada.

Sabréis del dolor que me acecha sin dar la cara,
apenas distinguible desde la altura
de la ingenua previsión de vivir a mi manera,
difusa sombra que al desplegar sus alas
cubre con la justa compasión mi alivio
y el insoportable desamparo de su permanencia,
apenas un mal día o una mala racha
que aplazarán su certidumbre cuando yo crea
en el ilusionista que nos suplanta.

Angustia cuya bandada en el tiempo
abarca con sus alas mi movimiento extinto,
el parte de los días que seguirá emitiendo
en sus canales los hechos de sus sobrevivientes
sin que digan de mí siquiera que estoy muerto.

¿Qué puedo hacer sino parar cada resistencia
con el verbo que me lleva a su papel?
Ser el tiempo que escapa, el soplo de mí
en la abundancia de mi ausencia.
No encuentro otro modo de existir
que perderlo todo en el inextinguible silencio.