Poesía

MAMÁ

¿Cómo vivir sin la fuente de la vida?
¿Cómo entrar en casa sin que me abras la puerta,
sin que empapes de alcohol mis manos,
como siempre hacías,
previniéndome de la pandemia que a todos nos llega
cuando el día se infecta de nuestra hora y nos vamos?

Dime, si me oyese tu eco por la bóveda celeste,
por el hogar de las estrellas que ya casi habitas
como señora de tu casa: ¿cómo despertar del todo
sin verte sentada en tu silla, mientras me esperas
para traerte la mañana que no alcanzas?
¿Cómo despuntar el alba en mis pupilas, si te has llevado
el sol de todas las ventanas por las que miraban
tus pequeños ojos cuando te acercaba la calle a la memoria?
¿Cómo verte y no verte, cada segundo, en cada jornada
de la melancolía por las que pasa el duro
trabajo de aceptar que no volveremos a estar juntos?

¿Cómo cocinar sin el sabor de tu plato en la mesa?
¿Cómo llenar la tripa tonta con la tuya vacía
en mi bocado, sin ese valor inseparable de tu apetito,
atesorado en la fría sartén y en honda cazuela?
Ahora preciosos metales que multiplican la pobreza
de perderte y solamente hallo hambre de tu hambre,
dolor por todas partes, dolor que no digiere el duelo.

¿Cómo puede morir una madre, cómo puede,
y no morir el mundo de añoranza, y no pararse,
y no mirar al sol con desconfianza, y no callarse
cuando oiga el llanto del bebé manchado de su sangre?

Y, aun así, debes irte, porque la vida
hace tiempo que te dejó y te espera,
la angustia probará mi templanza
sin saber en qué parte me quedo de tu viaje,
en qué lugar me bajo de ninguna parte.

¿Cómo haré para volver contigo, si tu rastro
me descuenta de este cuerpo vivo,
de ese espacio animado del estribo
que nos une a la consumación de mi plazo?

Cuando ya no vuelvas, y la vida me cuestione
al quedarme sin fuerzas por tanto nuestro que extraño,
¿cómo haré para que algo tuyo vuelva
a devolverme el vigor de la piel que juntamos
recién nacido, para seguir tu impulso hasta que muera?

Me resisto a creer ahora que tu vida fuese un espejismo
en el desierto, que apenas seas polvo suspendido
en la aridez del hijo que se queda vagando por tus dunas;
vivir no puede rendir tanta exigencia si la vida nace muerta.

¿Cómo decir te amo y no morir de amor
cuando le falta a la palabra el aire que se pierde
en tus rumores, que barrunta la asfixia de faltarme?

Me pregunto si aguantará la memoria tan largo viaje,
si podrás recordar mi nombre en tan ignoto destino,
el hijo que estuvo a tu lado tantos años,
el que te llevaba del brazo en tus últimos paseos,
el que te decía te quiero cada noche,
el que te daba de comer, el que jugaba contigo
a componer palabras del olvido,
a reunir pedazos de entendimiento
en pequeños milagros de tu resiliencia;
el que fuera de tu mano tantos veranos al arroyo
que hoy suena caudaloso, sentados en el puente,
pisando el cardo, camino abajo, camino arriba,
como un salto de la tierra hacia la médula
que no te olvida, la firme columna que sostiene
cada una de las vértebras que pusiste en mi altura.

Me pregunto si aguantará la memoria tan largo viaje,
si podrás recordar la música que escuchábamos
mientras componías el nuevo lenguaje
que entendiese la nostalgia de tus sordos desgarros.

Hablaremos con tus códigos por el canal que abres
de los ojos llorados, con el pecho traspasado
por la espalda lanceada de afiladas aves
que migran de tus bosques a mis fríos páramos.

Hablaremos de la falta que me haces igual que nos amamos.